Relato: "LA SAMARITANA" No era una flor ex�tica ni fina ni arrogante de un rico huerto, tampoco era una flor silvestre de alguna bella provincia, sino era una flor de cualquier barrio de esas que adornan las banquetas, pero que inundan las calles con vasto aroma, mucha femineidad y las excitantes ondulaciones de sus formas.
As�, aquella flor de 32 lindos p�talos eran como el b�lsamo de mis 60 espinas convertidas en a�os, por eso para rejuvenecer la esperaba todos los d�as por las ma�anas a que llenara con su jovial belleza y barriera con su rizada cabellera negra mi solitaria zozobra:
"La licra negra, la malla azul rey, el jeans de mezclilla adherido a las caderas y entrepierna... enmarcando p�bis y gl�teos" �era mi locura! Y como cualesquier de los mortales me fui enamorando de sus hermosas nalgas; las imaginaba desnudas de color canela como las medianas mamas de sus senos que asomaban por el escote de los top policromos.
Y era tanta mi obsesi�n que a cada paso persuasivo de ella al alejarse, se llevaba presa mi mente, presas las ni�as de mis ojos, llev�ndose mis sue�os a cada noche que pasaba delirando en la penumbra de su flora pubiana, y en la profunda barranca negruzca y plegada de su esf�nter.
Hasta que la suerte se apiad� de m�s onanistas y pervertidos desvelos, y me regal� el fetiche de su lluvia dorada, quiz�s como preludio de los pedazos de oro de su rectal mina, riqu�simo culo.
Don Galileo �va a querer su jugo? Nom�s traigo de naranja y toronja.
S�, quiero de toronja. "Y en mi mente pens�": "del sabor de sus nalgotas".
�Ah! Perdone don Galileo �me da permiso de entrar a su ba�o? Es que ya me anda de la pis. Resbal�ndose sexy, coquetamente.
Pase reina. Atrevi�ndome c�nicamente: "como si fuera su trono"... �qui�n estuviera a sus pies alteza!
�Ay don Galileo! Hasta me sonroja.
En serio, deme su venia y permita ver c�mo derrama de su escondido pocito el agua conque yo inundar�a mi sed, la sed que me abrasa cada que contemplo el ed�n de todo su cuerpo.
�Ay don Gali!
Tengo sed, sed tengo, mi buena "Samaritana".
Y ante el vinagre de mi sed, ella se conmovi� de mi agon�a; y me invit� a seguirla para satisfacer su menester y aliviar mi sedienta vida. Entramos:
"se baj� el tallado pant guinda y luego baj� el micro bikini de nylon blanco, y por primera vez vi estremecerse los cielos antes de asentarse en el trono celestial, yo tom� una copa vac�a, que puse entre los hendidos labios vaginales, para inmediatamente verter en mi copa doble la c�lida champa�a que con muchas ansias beb�, y sin p�rdida de tiempo la volv� a llenar para otra vez libar, y como la regla son tres me apur� a servirme la tercera copa; que fue con la que perd� ebrio de amor, crucificado.
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Relato: "LA SAMARITANA"
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